Esta mañana hace frío. Menos mal que he traído los guantes porque ayer casi se me congelan los dedos aquí de pie como un imbécil. En invierno porque hace frío, en verano porque te mueres de calor. Odio Madrid. Odio la Puerta del Sol. Odio a los turistas guiris. Y, más que nada de este mundo, odio a los turistas españoles.
Los guiris te miran, se hacen la foto y te echan un euro. Los españoles te miran disimulando, para que no notes que te están mirando, te hacen la foto de lejos, pasan de largo como si no estuvieras, como si no existieras, como si tuvieras una malformidad en la cara y les diera vergüenza que notaras que te están mirando. Claro, ¡es que si miran tienen que pagar!
¡Joder! ¡Estoy aquí para que me miren! ¿Vestido como un mamarracho día sí y día también porque me apetece? Pues no señora, no. ¡Écheme una moneda y siga con su vida de mierda!
¡Qué ganas tengo de tomarme un anís!
Mira, mira ese que viene, mírale. Menudo niñato con su traje que le queda grande, que ni lo llena de hombros, que no me llega ni a la suela. Con lo que yo he sido. Yo sí que iba guapo de corbata, que se quedaban las secretarias embobaditas cuando entraba en la oficina. Yo soy un tío grande. Yo soy más listo que todos estos anormales.
Yo soy un tío grande.
¡Qué ganas tengo de tomarme un anís!