No sé a vosotros, pero a mí Paulo Coelho me habla. Bueno, a lo mejor no es él, pero sí su reencarnación en forma de alineación estelar o, de forma más terrenal, en forma de mensajes en la publicidad, en el libro que estoy leyendo o en las canciones que estoy escuchando, puestas al azar por Spotify.
Porque el libre albedrío es un asco. Tenemos el derecho a decidir qué hacemos con nuestra vida pero la mayoría de decisiones no son realmente decisiones conscientes sino que es la propia inercia la que te lleva a tomarlas. Y de pronto, cuarenta y cuatro años más tarde, te das cuenta que estás en un sitio y no recuerdas cómo has llegado. Cuando nos pasa eso de camino al trabajo lo llaman rutina, zona de confort o piloto automático: te sientas en el coche y, cuando te despiertas tras una hora de atasco, estás en la oficina.
Pero con la vida pasa muy parecido: vamos al colegio porque nos llevan nuestros padres, vamos a la universidad porque tenemos que hacerlo, enviamos ene CV y acabamos en el trabajo en el que nos eligen, salimos con alguien a quien gustamos (y un día estamos casados y con dos hijos). Pero durante ese trayecto, pocas veces nos paramos, miramos las alternativas y tomamos una decisión consciente de ir por un camino o por otro. Hacemos lo que hacemos porque es lo que toca.
Y eso es bueno. Porque, como no estamos acostumbrados a elegir de verdad, cuando nos toca hacerlo, sufrimos un montón: noches de insomnio, nervios y sudores fríos. Y es entonces cuando yo necesito que Paulo Coelho me hable y me diga qué tengo que hacer.
Y así fue como, una mañana gris de enero, teniendo yo que decidir qué hacer con mi vida: si seguir en un trabajo cómodo y bien pagado o dejarlo y tratar de dedicarme a la ilustración y la pintura, Paulo me dio el siguiente mensaje en forma de canciones aleatorias del Spotify.
La primera canción la puse yo: «Protect me from what I want» de Placebo:
«Protégeme de lo que quiero». Porque el sentido común, mi madre y la inercia gritaban que no fuera imbécil y me quedara en mi estupendo trabajo. Pero ahí es cuando Paulo atacó con fuerza con dos contundentes mensajes disfrazados de canciones puestas al azar:
«Esclavo del salario». Por si no conoces la canción (cosa que te invito a remediar cuanto antes), ahí va un extracto de la letra:
Run away from all your boredom
Run away from all your whoredom and wave
Your worries, and cares, goodbye
All it takes is one decision
A lot of guts, a little vision to wave
Your worries, and cares goodbye
Luego sigue con que todo no es más que un laberinto en el que un ratón de laboratorio sigue intentando escapar…
Paulo es muy cabrón.
Y acto seguido, me pone esta canción:
O, simplemente, una canción para decir adiós.
Podían haber salido otras canciones, pero salieron esas. Así que la decisión está tomada. Paulo me ha trasladado un mensaje muy claro que no puedo ignorar. Y si hay dudas sobre si la decisión era correcta o no, ya sabéis, id a quejaros a Paulo porque yo no tengo nada que ver.
Afortunadamente, Paulo no me ha pedido todavía que lo queme todo :P.
(PD: leo en la wikipedia que Paulo no ha muerto, lo que le hace todavía MÁS PODEROSO. Si cabe.)