El beso

—El traidor estará el día de la boda de tu hermano. Será el que más se alegre por ti y tu familia, el que se acerque el primero a darte un beso.
—No puede ser, en la boda de mi hermano solo estarán personas de máxima confianza, ninguno me traicionaría.
—No he cumplido 92 años en este negocio si no supiera de estas cosas. El traidor estará allí y te mostrará su afecto e implicación con la familia siendo el primero en mostrarte sus respetos y darte el beso cuando comiencen los regalos en el banquete. El beso de la muerte.
—Pues le va a salir el tiro por la culata. Quiero a cinco de tus hombres de confianza entre los invitados para ofrecernos seguridad y para llevarse inmediatamente al traidor en cuanto me dé ese beso. No quiero ver cómo lo hacéis pero quiero que desaparezca de la faz de la Tierra.
—Por supuesto, así será.

El día de la boda todo transcurrió con normalidad. Era un día feliz ya que su único hermano, su hermanito pequeño se casaba por fin. Le había visto crecer, habían peleado, habían jugado y le había cuidado como si fuera un hijo y hoy sentía que se hacía un hombre. ¡El pequeño Jaimito se hacía un hombre! Ella era una chica adorable que seguro le haría mucho bien. La alegría solo se veía ensombrecida por la certeza de que uno de los invitados, quien menos sospechara, era en realidad un traidor que solo quería perjudicar sus intereses y los de su familia.

Miró con recelo a cada uno de los invitados durante la misa. ¿Sería Rogelio? Siempre le pareció que ocultaba algo. Pero decidió que estaba todo organizado y que no quería manchar de amargura aquel día feliz. Tras la misa fueron en los coches a la finca donde celebrarían el banquete, comieron los platos tradicionales entre risas y en un ambiente distendido. Los novios bailaron el vals y pronto se les unieron los niños y demás invitados. Era una tarde cálida de junio que invitaba a la fiesta.

Llegó el momento de los regalos y volvieron a sentarse para que cada invitado le presentara sus respetos y entregara su regalo a la joven pareja. En ese momento sintió la realidad de lo que se avecinaba y se le agarrotaron los intestinos. ¿Quién sería el primero en darle ese beso?

De pronto, y en contra del protocolo, Jaime, el novio, su hermano, se levantó y gritó a los cuatro vientos:

—¡Esperad, esperad un momento! Quiero decir unas palabras.

Claramente había bebido vino de más y todos los invitados estallaron en risas y aplausos.

—Hoy es un día muy feliz en mi vida. Clara, mi amor, gracias por unirte a mí en esta fiesta y gracias por querer que tu vida y la mía sean una a partir de ahora. Pero sobre todo, gracias a mi hermano, ¡gracias Ignacio! por organizarlo todo, por estar siempre ahí, por cuidarme y sacarme de más de un embrollo. ¡Te quiero, hermano!

Y, tambaleándose, se acercó, le agarró la cara entre las manos y le dio un fuerte beso en la mejilla. Él, emocionado por las palabras de su hermano pequeño, no reaccionó hasta que ya era demasiado tarde.

Su hermano desapareció aquella misma noche. Ni su jovencísima esposa ni su hermano supieron nunca qué había sido de él.